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ARANTXA BOYERO (Palma, Mallorca, 1982)

Vive y trabaja en la Colonia de Sant Jordi, Mallorca. Compagina sus labor de artista con la de fotógrafa técnica . Práctica yoga, lee libros malos y camina mucho. Adora las plantas, comer e Internet

CV arte CV foto
STATEMENT

Mis proyectos son rituales que me conectan o desconectan de las banalidades y obsesiones de la sociedad moderna.

Me interesan las personas y las sensaciones; estudio el comportamiento humano observando la conducta de otros seres vivos, como los gatos y las plantas. A través técnicas de atención consciente, juego con mi entorno cercano con el fin de cuestionar las tradiciones y reflexionar sobre temas como la intimidad y las relaciones.

Bebo de anécdotas, lecturas y acumulación de vivencias. Disfruto con los procesos y la experimentación. Utilizo el espacio como excusa, la simbología como semilla, la repetición como principio y el color como pedestal.

Denomino miniacciones a todos mis proyectos y me sirvo de técnicas como la fotografía, la performance o el vídeo para llevarlos a cabo, esperando que el tiempo y el espectador las completen.

MUKTA PRIYA KAUR
Unas palabras para Arantxa Boyero. David Barro 2018

Merleau-Ponty se pregunta qué otra cosa podría expresar el pintor o el poeta más que su encuentro con el mundo. ¿Será tal vez esa metáfora espacial, expandida o existencial la que guíe el trabajo de Arantxa Boyero? Creo que es un trabajo que en su cualidad abstracta podría proyectarlo en una única imagen. Al fin y al cabo, como dejó claro Jacques Tati, la creación de un espacio o de una imagen depende tanto de lo que hay dentro del plano como del plano en sí mismo. Analizar una imagen es una tarea compleja. Y las imágenes de Arantxa son, antes que nada, dudas , comunicación, experimentación, diversión, meditación, puntos suspensivos.

Pienso en los intersticios generados por el espacio fílmico de Antonioni. En ocasiones existe una desintegración de la identidad plena. Una caída del espacio. Lo advertimos en El Eclipse y sus espacios vacíos. Como las obras de Arantxa son producto de una ocultación pasajera. Es la mirada efímera, ocasional. Luz y gesto. Creo que conjugan la alegría y el drama. No estoy seguro. Antonioni definirá su película como una historia de sentimientos prisioneros; también como una crisis de sentimientos. No sé si es el caso de Arantxa Boyero, pero creo que si cambiamos sentimientos por sensaciones la conjugación sería la misma. 

Las imágenes abreviadas de Arantxa Boyero esconden otras, y otras, como en un juego de Matriuskas. Se trata de una realidad misteriosa. Como la imagen poética. Una imagen efímera que nos habla de afectos y desafectos, pero sobre todo nos habla de capas, vivas, en constante cambio, porque efímero es el ritmo de nuestro tiempo, como un gift animado, que experimenta pero repite, porque la repetición es una acción sobre la memoria, una constancia con la que la artista persigue lo que desea.

Debo comenzar por confesar cierta debilidad ante el tipo de artista capaz de mantener una tensión a partir del más mínimo argumento, como cuando Augusto Monterroso imaginó aquel despertar ante un dinosaurio, o como cuando John Cage decidió interpretar el silencio, pero con la elocuencia de Erik Satie. Para Leibniz, quien enunció una ley o principio de la mínima acción, cuando en la naturaleza se produce un cambio, la cantidad de acción necesaria para ejecutarlo debe ser la menor posible. Así, coquetos juguetes infantiles como las pompas y películas de jabón se tornan objetos matemáticos de una enorme importancia. Hablamos de superficies mínimas, un estudio que acabó por ser una de las más nobles ramas de la geometría. Pero también de aleteos de mariposa capaces de introducir perturbaciones en otro lado del planeta, quebrando todas las predicciones y permitiendo numerosas variantes.

Se entiende, por tanto, que hayan sido muchos los artistas que se han manifestado desde la escala reducida, capaces de tratar cosas muy grandes desde lo mínimo. También se entiende que Baudrillard señale que como fragmentos de un holograma, cada esquirla contiene el universo entero y por eso muchos pensamientos se convierten en una historia fragmentada y muchas obras en objeto fractal en el que toda la información relativa a ese objeto se guarda en el más nimio de sus detalles. Arantxa Boyero nos habla de las plantas con la intención de cuestionar sus y nuestras capacidades sensitivas.

Arantxa se interesa por las personas y las emociones y se enfrenta a ello desde el eco de sus propios pasos. Es un encuentro íntimo. A veces una experiencia háptica. La temperatura flota en la superficie y la obra es una suerte de hogar, desde el que soñar y desde el que descansar. Porque si algo no preocupa a la artista es la técnica por la técnica, aunque su obra se proyecte limpia y afinada. El interés de su trabajo radica más en una serie de preguntas universales en torno al ser humano que trata de resolver desde lo más existencial y relacional, en definitiva, desde lo que le rodea.

De ahí que su trabajo tenga una apariencia simple y fresca, destilándose emocional, aún cuando en el fondo trata de temas complejos y, en cierto modo, inabarcable. Por todo ello, la artista entiende el arte como una buena disculpa para conversar sobre cualquier asunto.

El duelo por la pérdida del hogar es muy parecido al de la muerte de un familiar. Lo señala con especial atino Juhani Pallasmaa, que escribe que en una casa abandonada o en un bloque de viviendas demolido hay una extraña melancolía que pone de manifiesto huellas y cicatrices de las vidas íntimas expuestas a la mirada pública. ¿Es la obra de Arantxa una suerte de resto, una ausencia que solo se anula en el estudiar empáticamente el comportamiento de seres vivos como flores o gatos a modo de metáfora del comportamiento humano? La ecuación no es tan fácil. Pero seguramente sí que lo expuesto es un resto, porque Arantxa Boyero no hace teatro y cuando hace una acción es ella misma la que se expone y cuando elige una planta como protagonista de la imagen es porque convive con ellas y es algo que extrapola a sus obras. Como señala Jacques Derrida, heredar es, en cierto modo, hacer memoria subrayando la performatividad que esta expresión lleva implícita. Y esa herencia de los momentos vividos, esa constancia del pasado, está implícito en sus acciones aunque estas se desarrollan en presente continuo.

Tal vez todo este conjunto de micro-acciones o mini-acciones sean, antes de nada, un refugio relacional, erotizado y experimental. Pienso en Louise Bourgeoise, donde se unen el pánico y la supervivencia, lo lírico y lo traumático. Para ella la espiral es un intento de temperar el caos. El arte como ritual. Porque las repeticiones no son casuales, son, antes de nada, vibraciones que se proyectan, como la luz. Son acciones sobre el presente, aunque con un ojo en el retrovisor, convocando el encuentro y auscultando el futuro. Arantxa confiesa beber de anécdotas y de la acumulación de vivencias. También de lecturas. Pero sobre todo disfruta de la forma en la que ve y expresa las cosas, de cómo las saborea.

 

El espectador completa la imagen.
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